jueves, julio 23, 2009

DESPERTAR - AUTOR ALEJO URDANETA


(foto Universidad Central de Venezuela)


DESPERTAR

Ha estado en coma por varios días. La trajeron a este lugar aséptico del Hospital Universitario, porque aquí cuenta con la atención médica apropiada, sin riesgos. Una complicación pulmonar que le impide respirar, y por eso la conectaron al tubo respirador. Ella no se opuso y, por el contrario, dio a los médicos esta solución que hemos consultado.
Nadie dice una palabra de la enfermedad de Cora ni de la sanación pedida a santos y doctores. Hay que esperar, es la única frase que se escucha en la puerta de la gran sala blanca. Y es tan joven para cargar con esto. Todos aguardan el momento de su despertar, sorprendida en la ruptura del sueño, y mientras tanto salen a ver las noticias de la televisión con la violencia cada vez más creciente: Cora en la Universidad en una toma del camarógrafo, delante de un grupo de sus compañeros de la facultad de Medicina, a los que arenga con decisión y claridad, en defensa de la autonomía universitaria y la libertad del pensamiento que el gobierno pretende cercenar. Allá detrás del parapeto improvisado para Cora se ve el humo de los gases y puede percibirse el miedo. Fue allí la caída de Cora a causa de un golpe de perdigón en el pecho. La protesta es justificada, dicen los parientes y amigos de Cora que pueden verla con autorización del responsable de la sala. Cora en la cama clínica, llena de tubos y pausas en la respiración, todo equilibrado para que el corazón funcione bien.
El sueño es controlado con sedantes, pero aun así hay momentos en los que Cora parece despertar, se mueve inquieta y ha abierto los ojos. Buen síntoma de mejoría, dice la madre a su lado en este momento de visitas, y aprovecha este despertar para hablarle a Cora al oído, quedamente, y le dice que la ama y que Dios la sacará de este dolor que es el dolor de todos, dalo por seguro hija mía. Y el tiempo pasa y Cora flaca y pálida, inconsciente y con un tubo en la boca y la respiración en ritmo calmado, repetido sin saltos. La respuesta de los médicos es siempre la misma: “todo sigue estable”.
Afuera continúa el ruido de los disparos, lo ven en las noticias de la sala de visitantes, separados de Cora por una puerta que impide el paso a quienes no sean médicos o auxiliares. Gente corriendo por las avenidas sombreadas de árboles de la universidad. Pueden verse los murales de Vasarely en la plaza central, y un vitral de Léger en la limpia construcción de la Biblioteca. Las cámaras de cine van presurosas detrás de las imágenes del polvo y la violencia, hasta el colorido fresco de Alejandro Otero en las paredes del patio cubierto, antesala del Aula Magna. El documento fílmico muestra a la Universidad – Alma Mater – en su serena luz de conocimiento y humanismo, y denuncia también la violencia que nace del odio y del dominio del poder por encima del cosmos: orden y armonía del espíritu.
Nadie sabe si esa bruma que aprecian en el movimiento es la nube tardía del verano seco, o es la explosión de las armas sobre estudiantes y todo aquel que pase cerca. Los policías están armados de odio cuando apuntan al joven que se oculta detrás de un árbol, y gritan y maldicen y avanzan sin pausa hacia un lugar cualquiera. No tienen plan de ataque, sólo la orden de atacar.
La hora de visitas ha terminado y la madre cuenta que ha visto reaccionar a Cora de su inmovilidad e inconsciencia. Sube el tono de la voz porque los disparos de la televisión llegan a la puerta de la sala, o así lo percibe ella.
Se pondrá bien.
También algunos médicos confirman que Cora parece haber tenido un despertar de la consciencia, ya en varias ocasiones. Pero no dura mucho y vuelve al sueño y a la respiración pautada y sin alteraciones. Entre ellos tratan del estado de salud de la paciente y se dicen que son reacciones físicas involuntarias y que en ningún momento ha recuperado la consciencia. Lo dicen a los parientes cercanos de Cora, no a la madre.
Habían disminuido los ataques policiales a la hora del mediodía. Los cuerpos caídos aumentaban la tragedia y continuaba la arremetida a pedradas de los estudiantes y muchas personas que acudían en su apoyo. Todo parecía apaciguarse salvo la angustia de Cora moviendo el brazo, abriendo los ojos como queriendo decir algo.
En el atardecer de ese día de convulsión y dolor, está la joven estudiante en la sala de cuidados intensivos, despegada del caos en la ciudad universitaria. Se ha movido y sus ojos han buscado la luz de la lámpara como única orientación. No escucha las noticias que transmiten los medios audiovisuales, y no sabe qué le ocurrió ni lo que sucede en la universidad, cerca de ella, de su Hospital Universitario donde ha aprendido mucho del ser humano.
Y es ya noche cuando Cora se sienta en el borde la cama y se quita las sábanas. Hace el intento de levantarse pero está débil y no sabe cuál es el lugar de su blanca prisión, durante días en los que no tuvo conocimiento de nada ni a nadie reconocía. Los enfermeros guardianes la ven con sorpresa y alarma y siguen sus movimientos: el rostro ha tomado color, los ojos ahora pueden ver y miran hacia el techo iluminado, como bajo el efecto de una alucinación, ya limpios del velo que los cubrió por tanto tiempo. Se acercan más los enfermeros, atentos a la joven mujer que no debe hacer ningún esfuerzo; pero ella se quita bruscamente el aparato que la auxilia para respirar, y en su boca de juvenil belleza aparece una sonrisa de triunfo y alegría. Casi no puede hablar, ella lo sabe ahora, pero se escucha su voz grave y profunda, como una oración pronunciada con recogimiento en el templo, y dice que la violencia cesó y que el rector de la universidad ha declarado la terminación del conflicto. Esas pocas palabras, pausadas y claras. Los enfermeros callan pero no comprenden.
El orden se ha impuesto y todos regresan y abandonan el campo de batalla, donde algunos han muerto y quedan otros heridos, todo regado de pólvora y balas y piedras y ruina; de sangre y de llanto.
Cora está sola.
Una sensación de sosiego llega a Cora en su espíritu confuso. La invade una exigua y serena paz que no le basta, y por eso la seguirá conquistando cuando salga del Hospital Universitario.


Caracas, 18 de junio de 2009

ALEJO URDANETA --LAS LEYES Y LA LITERATURA


Muchos son los que dicen que los abogados "no tienen corazón, ni tiempo para la poesía", sin embargo, creo que ello es un mito .

No se puede generalizar, he conocido algunos, con un gran corazón, sensibilidad, sentido de la justicia y amor por la humanidad, como lo fue mi amigo el abogado argentino Carlos Lenciana , quién antes de partir de este mundo, se preocupó de crear un proyecto de ley, para capacitar y dar empleo a los ex convictos :escribió un libro al respecto "Una luz trás las rejas", planteado en la proyección de una comunidad agrícola.
También dejó otro libro: "Memorias de Ulpiano Carreño", que cruzó la codillera y me lo envió con una modesta dedicatória, sencillez, que tienen los hombres de gran sabiduría . Realmente, sacó de mis labios, más que una sonrisa, como él lo pedía, sino grandes caracajadas, de historias, que él personalmente presenció y precidió, siendo juez. otro muy divertido de las anécdotas ocurridas en los tribunales argentinos, entre acusados y jueces.

Al respecto, podría evocar a otros grandes hombres, que abrazaron la carrera del Derecho y fue su estandarte en la lucha por hacer de la vida , un lugar de mayor paz y armonía. a diferencia de otros que la han desprestigiado, y ha hecho que sea comprensible la actitud de las personas...

Pero hoy, quiero hablar de otro amigo abogado: de Alejo Urdaneta, narrador y poeta, de trayectoria en la Literatura y las Leyes, en Venezuela , patria que lo vió nacer .
Alejo, ha logrado que ambos espacios, se hayan complementado para hacer de su vida y de los que lo rodéan, un lugar más cálido y amable, en este inquietante pasar y aprendizaje por el orbe.

Los abogados, deben deambular, mucha veces, por territorios difíciles y escabrosos, non gratos de la existencia, sin embargo la literatura, la narrativa y la poesía , en este caso, vuelcan al narrador, hacia un mundo con belleza y más sutileza, sublime, rescatándolo de la parte gris, que debe visualizar y compartir a diario.
Conozco su narrativa, sus hermosos cuentos, que llevan implícito mucho contenido social y un trasfondo de conmiseración por el que sufre, como así su bella poesía que participa en la Antología "Poésie Erótique" y despliega amorosamente un perfume de gran sensualidad.

Ahora prepara un libro, que saldrá pronto a la luz, para ayudar a ver y sentir, con mayor claridad la Literatura y sus recónditos secretos comunicacionales a través del lenguaje: "Forma e intenciones del lenguaje"

Desde este lejano país, ubicado en el Sur de América y casi en la punta final del mundo, deseo a nuestro amigo poeta y abogado venezolano Alejo Urdaneta, mucho éxito con su nuevo vástigo, que enriquecerá aún más su trayectoria literaria.